La psiquiatría en Francia: negación de la locura y domesticación del sujeto - extracto

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Por Patrick Coupechoux - Publicado en Agosto 2010
...Para retomar nuestra idea del comienzo, el discurso del Presidente de la república consagrado a la enfermedad mental constituye una aceleración violenta, pero lógica, de una política de desmantelamiento progresivo de la psiquiatría de sector, que ha conducido al abandono de cada vez más pacientes, en la cárcel, en la calle, en los hospitales, donde el tratamiento se resume a menudo a la medicación, en el seno de la propia familia que ya no sabe que hacer. Pero más profundamente, se asistió a una verdadera negación de la locura, que no existe más en el discurso público -mediático, político, intelectual-. En el fondo, esa negación se nutre de la dominacióndesmesurada de la psiquiatría biológica que considera la locura como una enfermedad del cerebro o como un problema de origen genético. Esta concepción cientificista conviene a los laboratorios farmacéuticos -ya que los medicamentos constituyen, por lejos, lo esencial del “tratamiento”- y a los mercaderes de las terapias “rápidas y eficaces”. Pero por sobre todo, se trata de “objetivar” al paciente que no es más un sujeto, sino un cerebro a escanear, o un mapa genético que hay que descifrar. Esto permite volver a poner la solución en brazos de la “ciencia” y desentenderse del tratamiento concreto: ¿por qué gastar dinero en gente cuyos problemas, un día u otro será resueltos por la investigación? Quedarán pendientes, que la acción social se ocupe.
Actualmente en Francia, la locura no es una posibilidad, una manera de ser de lo humano, sino una discapacidad, un déficit, que se puede medir en relación a una normalidad social, la del mercado. De hecho, se va a constituir una escala en la que se podrá evaluar la capacidad del discapacitado a reinsertarse -es decir ser útil al sistema-. Para ser más claros, basta con referirse a la definición de discapacidad para la OMS, que distingue tres modalidades: la deficiencia designa las alteraciones referidas al organismo, la incapacidad corresponde a la reducción de ciertas grandes funciones del cuerpo y la desventaja registra el impacto global de las incapacidades sobre la vida social de los individuos. Una definición que toma como referencia única la necesidad de reinserción y que, sobre todo, clasifica a las personas en función de este objetivo. Así, a lo alto de la escala podemos encontrar aquellos que tienen el coraje y la posibilidad individual de salir, más abajo aquellos que no pueden hacerlo y quedan librados al abandono y la exclusión. En cuanto a la psiquiatría -muy ligada históricamente a la locura- debe ceder el lugar a un nuevo “paradigma”: la “salud mental”. Este concepto ha sido recuperado por el sistema -el del capitalismo neoliberal, hay que decirlo claramente- para hacer frente a una problemática nueva, tal es la del sufrimiento psíquico de masa. Para convencernos de esto, es suficiente pensar un poquito en lo que pasa hoy en las empresas en las que las exigencias de rentabilidad, de competencia, de sometimiento a las leyes de las finanzas dejan a hombres y mujeres aislados y obligados a competir. Estas personas terminan en los consultorios de los terapeutas en el mejor de los casos, o a veces se suicidan.Según la Comisión Internacional del Trabajo, los problemas ligados al malestar en el trabajo, representan, actualmente, el 3% del PBI de los países industrializados. Frente a este fenómeno preocupante -cuesta caro y a la larga se aprovecha la maquinaria- el sistema tiene una actitud ambigua. Debe por supuesto hacer frente, a fin que el comportamiento social no sea puesto en cuestión, pero al mismo tiempo esa situación le sirve al sistema: una persona medicada con antidepresivos ahogada en sus problemas, no se interroga espontáneamente sobre las causas de su malestar. Por el contrario, tiene tendencia a personalizarlos, a interiorizarlos. Los profesionales que reciben a los pacientes en consultas de sufrimiento del trabajo están todos de acuerdo sobre este punto: en principio se trata de desculpabilizarlos. Hacer frente y evitar la toma de conciencia, es el dilema en el cual el sistema se encuentra y su respuesta, por una parte espontánea, por otro lado muy pensada, consiste en la medicalización e individualización de los problemas sociales.
Por otro lado, si se sufre en el trabajo, es porque se está comprometido -eso está bien- entonces pondremos en escena psicólogos y médicos para ayudarlo, enseñaremos la diferencia entre el mal y buen estrés -ese que hay que “saber manejar” para servicio de la empresa-. Si usted es un desocupado de larga data, es probablemente porque forma parte de los “más frágiles” -poco importa si su empresa ha sido relocalizada y si no hay trabajo en su región-. Usted debería, tal vez, consultar. De ahí a decir que la pobreza es una enfermedad, en la tradición higienista, no hay más que un paso. De ahí a pensar que los genes son responsables de todo -y la visión cientificista dominante ayuda- no hay igualmente más que un paso que dio ligeramente el Presidente Nicolás Sarkozy. Durante un diálogo con un filósofo, publicado por una revista, declaró: “Me inclinaré a pensar, por mi parte, que se nace pedófilo, y es realmente un problema que no sepamos curar esa patología”.
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