Qué hay despues de la muerte (charla de Silo, 1983)


---" Hay un Doble y eso se da por sentado. Este Doble está registrando todo lo que pasa durante la vida como si fuera una especie de... él la nombra “copia de carbón” o fotocopia del cuerpo y todo lo que le pasa a uno se registra allí. No solo esto, sino también las características con las cuales uno nace están allí, grabadas en el Doble. Porque ahí surge un problema bastante serio, que sería... ¿en que términos podríamos hablar de justicia humana si uno efectivamente no conoce las condiciones que se han dado a una persona? Por ejemplo, nace una persona coja, otro ciega o con un desarrollo intelectual muy bajo, o muy alto; uno nace en una situación ambiental de un cierto modo, otro en una situación totalmente desfavorable, otro en el medio de un campo. ¿Es distinta la cosa no?, la capacidad que uno tiene de desarrollo, y entonces de qué manera podemos juzgar a una persona, ¿dónde está la justicia?, son preguntas que ustedes se habrán hecho mil veces...."

Esquema energetico, niveles de conciencia y trabajo con la fuerza

 

"...Cualquier aprendiz de Adivino de cierta sensibilidad, advierte que para operar más o menos correctamente debe producir un “corrimiento“ del estado de vigilia ordinaria y para ello es que (aunque despierto) se coloca en actitudes corporales relajadas, cambia el tono respiratorio, entre cierra los párpados y conecta con sus sensaciones cenestésicas tratando de amortiguar los mecanismos propios de la vigilia y los estímulos del medio. La práctica sostenida de tal actitud lleva al trance autohipnótico propio ya de algunos médium que provocan, efectivamente, las manifestaciones paranormales más sorprendentes.
            Está luego el caso de la manifestación extraordinaria en plena vigilia pero que surge súbitamente con total independencia de la voluntad del sujeto. Los casos conocidos como “telepatía”, “precognición”, “impregnación”, “telekinesia”, etc., son actos particulares del mismo fenómeno de exteriorización de campo que dependen de la sobrecarga energética en el centro superior. Los llamados “desdoblamientos” y “materialización” aparecen como los casos máximos de mayor pureza de exteriorización de campo. Ellos sobrevienen en las proximidades de la muerte violenta o en las anestesias profundas cuando peligra el cuerpo... también, en casos de mediumnidad avanzada.
            Los registros subjetivos que hacen en general los ocultistas sobre sus “proyecciones astrales”, sus “viajes” y “vuelos nocturnos” a grandes distancias, etc., pertenecen más bien al terreno de la alucinación (cuando no de mala fe), no requiriéndose para interpretar los conocimientos superiores a los que da la sicopatología.
            Por la relación de campo con los centros y sus actividades, comprendemos la importancia del trabajo armónico de todas las funciones en el ser humano. El trabajo de uno o varios centros en desmedro del trabajo de otros. La contradicción entre intelecto, emotividad, motricidad y sexo, provoca desarticulación en el campo y también disfunción corporal. La mayor consecuencia que puede extraerse de todo esto, es que: los actos unitivos armonizan y le dan cohesión al campo operando todo él en sentido centrípeto. Los actos contradictorios disocian el campo, operándose fuerzas centrífugas desintegradoras del conjunto.
            Al hecho de unificación del campo en torno a un centro de gravedad le damos importancia preeminente en el trabajo. Todo el trabajo tiende a la formación de ese “algo” nuevo, que no es sino la unificación del campo....

La forma mental (Silo)

     Al producirse la ruptura de la forma mental, por transmutación, desaparece el “yo” sicológico. La idea de inmortalidad nada tiene que ver con la pervivencia del yo sicológico después de la muerte del cuerpo. El yo sicológico también desaparece, porque su existencia corresponde a este plano del ser y el paso a otro plano de ser, implica la transformación del referido yo.
     Como aproximación se puede pensar en lo que se siente en los casos de alegrías inmensas, y si recuerdan, verán que el observador desaparece, que el yo se borra para proyectarse en todas direcciones y consustanciarse con tal estado.
     Los matemáticos creen que pueden crear un sistema universal de comunicación entre los hombres, utilizando un lenguaje matemático, el que sería común a cualquier especie de cualquier planeta o sistema. Ello no es posible, porque si la estructura básica del siquismo de las especies es diferente, no existiría ningún sistema posible de comunicación entre las especies, porque sus percepciones y mecanismos de conciencia serían completamente distintos para estructurar los mismos datos, que incluso podrían ser percibidos por unos y otros de distinta forma.
     La forma mental se vincula con las profundidades más profundas del ser humano, incluso con el sistema de reflejos incondicionados (entre ellos el instinto de conservación).

Acerca de la psicologia del nuevo humanismo

Ver resumen en ppt sobre psicologia del nuevo humanismo

La modificación del trasfondo sico-social. SILO 1982

de Manuel Hidalgo, el miércoles, 27 de octubre de 2010 a las 17:46
"..., es que debemos proceder y con cierta urgencia, a lanzar al escenario sico-social, un argumento con imágenes precisas, que cuenten con el motor de la convicción, que permitan introducir elementos transferenciales, y que eludan las resistencias de los trasfondos culturales."     
 Río de Janeiro, 4 de Enero de 1982

"La enseñanza de hoy deberá concluir en una propuesta de acción a futuro. Se basará en las necesarias referencias doctrinarias, sin pretender profundizar teoréticamente sobre ellas. Más bien tales referencias estarán al servicio de un análisis, luego del cual se extraerán ciertas consecuencias de urgencia.     Entraremos en materia, refiriéndonos a nuestro conocido tema de las tres vías del sufrimiento, afirmando de inmediato que él nos lleva directamente a la analítica de la representación. En efecto, descartando la representación de memoria y de la imaginación, el sufrimiento no podría ser registrado. Tampoco podría registrarse el deleite, y en fin, el ser humano quedaría limitado a fenómenos de dolor y placer de tipo animal, sin más consecuencias que esas.     
Sin embargo, al poco tiempo se encontraría nuevamente con un sistema de reflejos codificados a nivel vegetativo y motriz, que comenzaría a actuar como una suerte de memoria supletoria y de imaginación supletoria. Así complejificándose cada vez más hasta lograr un nivel similar al de trabajo de conciencia normal, con sus respectivas vías tal cual las conocemos. Hasta podemos suponer, invirtiendo nuestro desarrollo, que ese proceso de reflejos animales ha llevado a seres menos avanzados a lograr con el tiempo el fenómeno de la conciencia humana.     
No es posible detener la representación con el objeto de superar el sufrimiento, mientras se efectúan operaciones cotidianas. Y si fuera posible, se detendría con ello, el crecimiento de la conciencia.     
Por otra parte, siendo la representación una imagen de respuesta, también quedaría paralizada la actividad en el mundo. Por esto cuando hemos explicado el problema del sufrimiento, también hemos indicado como salida y superación, no la eliminación de la representación, sino la modificación de la misma.     
Se puede, mediante trabajo interno, modificar un caso particular de representación. Todos sabemos que esto es posible. Quien más quien menos, habrá hecho sus avances utilizando las técnicas adecuadas. Por otra parte, al modificar un caso particular de representación, también habrá modificado un caso particular de conducta. Habrá logrado superar resistencias opresivas o transferir cargas y contenidos productores de sufrimiento.     
Pero no por ello habrá modificado su sistema general de representación y su conducta general frente al mundo. Esa modificación general la habrá ido produciendo a lo largo de un proceso que trascendió a las simples técnicas transferenciales.     
Toda representación individual forma parte de un sistema de representación más o menos co-presente, que varía de acuerdo a las condiciones de los datos de memoria. En otras palabras, que una respuesta al mundo movida por una representación particular se produce suscitada por un estímulo y ha sido seleccionada de un campo de co-presencia entre muchas otras representaciones posibles. De este modo, el sistema de co-presencias, en más de un sentido determina la conducta global de individuos y conjuntos humanos. Una sociedad por ejemplo, cuenta en sus individuos con un trasfondo que pone las condiciones de co-presencia, de entre las cuales se dan opciones de respuesta como casos particulares de conducta.     
El trasfondo sico-social está impuesto por un código informativo de distintos niveles de lenguaje, o si se quiere, de distintas regiones del sistema de co-presencia adquirido desde los primeros pasos del aprendizaje. Se obtendrán entonces respuestas muy tipificadas en sociedades cerradas y respuestas más variables en sociedades en cuyo trasfondo se fueron incorporando datos de otros ambientes culturales. El entrecruzamiento de culturas, a medida que se desarrolla, impondrá nuevos elementos al trasfondo de cualquier sociedad, de manera que ésta empezará a responder conductualmente fuera del paisaje inmediato en que le tocó desarrollarse inicialmente.     
Desde luego que no sólo las sociedades cerradas se verán afectadas por ese nuevo fenómeno de interpenetración cultural. También las ideologías y las religiones, como formadoras y conservadoras de trasfondos sociales, recibirán el impacto. Y por cierto, que así como sociedades más fuertes invadirán el espacio sico-social de las más débiles, éstas terminarán provocando modificaciones en sentido inverso, siempre y cuando no sean esterilizadas totalmente antes de ser invadidas.     
Hasta qué punto una sociedad puede ser cerrada, o hasta qué punto una ideología o religión, hoy puede impedir la interpenetración de co-presencias, es tema de discusión. Pero en todo caso, el sólo hecho de la utilización de tecnología, aunque fuera utilizada con intereses limitantes, llevará a la interpenetración final. Esto será así, porque aún los objetos tecnológicos son productos de conductas sociales que responden al mundo desde un sistema de representación. Y todo ello sin tener en cuenta, que tal tecnología abre las conciencias a la comunicación planetaria.    
 Aún descartando las comunicaciones cada vez más veloces, las telecomunicaciones y el contacto entre personas de regiones distintas, (cosa por otra parte imposible), una pretendida sociedad cerrada, comenzará a modificar su sistema de co-presencias por el trabajo de los nuevos elementos tecnológicos. No será necesario ni la lengua, ni el arte, ni el deporte. Bastará el solo objeto tecnológico para llevar cifrado en él, el trasfondo de la otra cultura que se quiere negar.     El trasfondo se va integrando por la acción que se efectúa en un paisaje y por la educación que se recibe del medio. Pero puede modificarse, al aparecer objetos elaborados en paisajes ajenos, sobretodo si se comienza a trabajar con ellos en el paisaje propio. Por otra parte, según avanzan hoy los acontecimientos, ya no se puede designar con propiedad aquello que sea el paisaje propio. Esto es lo que sucede empíricamente a nivel sico-social.     
Pero nuestra preocupación se refiere a la modificación del trasfondo sico-social, en aquellos aspectos negativos que se van incorporando y acumulando en todas las culturas por este acelerado proceso de intercomunicación actual. Sabemos cómo empíricamente opera la formación y modificación de trasfondos. También sabemos como modificar conductas particulares, trabajando sobre representaciones particulares. Pero nuestra dificultad está en la modificación del sistema de representación, en la variación del trasfondo en el cual surgen las opciones de representaciones particulares.     
Por ello, la pregunta exigida es ésta: ¿Se puede introducir en un individuo, en una sociedad y en el mundo, un factor que haga variar el trasfondo de representación? Y esta pregunta debe ser acompañada por las siguientes condiciones:     Primera: que ese factor no se introduzca por simple proceso empírico, por simple mecánica histórica, sino por acción meditada, y con la finalidad de desplazar los contenidos que constituyen una amenaza para el desarrollo de la vida.     Segunda: que ese factor se pueda introducir superando las resistencias que ofrecen los trasfondos que se quiere modificar.     
Trataremos de responder positivamente a esta pregunta, sin descartar las dos condiciones mencionadas.    
 Bien, cuando nosotros trabajamos en la modificación de una representación particular, por ejemplo en el caso de las técnicas transferenciales, lo hacemos proponiendo nuevas imágenes que desplacen a la conflictiva. También en casos más complejos, lo hacemos transportando climas indefinidos a nuevas imágenes. En ambos casos, proponemos representaciones que se mueven en un proceso más o menos definido.     
Muchas actividades cotidianas, muchas producciones artísticas, algunas ideologías (en tanto se conviertan en acción), algunos aspectos de las religiones y muchos de los sueños nocturnos, proceden empíricamente a modificar representaciones particulares o a hacer variar el trasfondo en mayor o menor medida. Pero en todos los casos, los fenómenos se producen por la acción de nuevas representaciones.     
Cuando nos proponemos modificar representaciones particularmente negativas, en el caso de personas que queremos liberar de conflictos para que colaboren más eficazmente con nuestra obra, nos atenemos a las técnicas que conocemos, que también incluyen propuestas de nuevas imágenes en un proceso técnicamente llevado adelante.     
Pero nuestro entusiasmo decae, si pretendemos modificar no un aspecto, sino hacer variar su trasfondo de modo sustancial. Y decae porque exige por parte del sujeto una preparación muy grande para comprender la magnitud del cambio que se espera de él. Ampliando los campos, nos veríamos mucho más desalentados, si tuviéramos que provocar transferencias a toda la población, para finalmente obtener de ella modificaciones parciales. Por último, ni siquiera intentaríamos modificar trasfondos en toda esa población.     
Así es que nuestro desaliento aumenta a medida que queremos avanzar hacia los grandes conjuntos, en un proceso transferencial que se pueda reconocer vigílicamente y que para mayor dificultad, transforme no aspectos particulares de representación y conducta, sino que haga variar el trasfondo de dichos conjuntos.    
 Por otra parte, nuestras posibilidades de éxito son mayores en transferencias individuales o grupales, como en el caso de las experiencias guiadas, que en propuestas a conjuntos humanos en los que no presentamos un paisaje transferencial. Aún en nuestras propuestas individuales o grupales, las imágenes que presentamos se colocan a modo de ficción sicológica, ya que a nadie se le ocurre decir que las experiencias guiadas, por ejemplo, son reales. De ese modo, el trabajo tiene una dirección vigílica indudable, pero lo desposeemos del motor de la convicción. Y en el caso de las propuestas a conjuntos mayores, ni siquiera hay imágenes, sino alución a estados internos.     
Hagamos algunas comparaciones grotescas: no es igual prometer un paisaje celestial, que lleva a un estado de paz y bienaventuranza, o una sociedad feliz, que puede ser imaginada con sus implicancias también de paz, abundancia, etc., que presentar un estado como la felicidad o la paz, sin objeto que las motive. Porque cuando un sistema promete “confort”, por ejemplo, tal imagen trae el registro feliz, pero cuando se habla de “la felicidad” como un estado, sin proponer imágenes, se dificultan las cosas. Máxime si a esa felicidad hay que lograrla mediante técnica sicológica, que descarta de por si el “motor de la convicción”.     
Recordemos que la opinión ingenua, es la de que las cosas sicológicas no son reales, como si lo son en cambio los objetos que se prometen, aunque jamás se alcancen.     
Sin propuesta de imagen, no solo hay dificultad para un proceso transferencial, sino que tampoco se da dirección a la conducta hacia el mundo.     
Como contrapartida de las dificultades enunciadas, hemos contado con la ventaja de que al no proponer paisajes, se ha permitido que los actos lanzados sean completados por individuos de culturas diferentes; con la proyección de sus propios trasfondos.     
Por otra parte, se ha calculado sabiamente, que tanto los paisajes que proponían las religiones, como los sistemas y las ideologías se habrían de alterar a corto plazo, por la invasión de los factores inter-culturales, y en ello no se ha fallado, por cuanto esos paisajes desfallecen día a día. Sin embargo subsiste para nosotros el problema de la modificación de los trasfondos y la orientación de nuevas conductas individuales y sociales, si es que no emplazamos propuestas de representación.    
Por todo lo anterior, es que debemos proceder y con cierta urgencia, a lanzar al escenario sico-social, un argumento con imágenes precisas, que cuenten con el motor de la convicción, que permitan introducir elementos transferenciales, y que eludan las resistencias de los trasfondos culturales.     
Sin embargo, la implementación de tal proceso debería comenzar cautelosamente, tomando dinámica propia a partir de un solo individuo que emplazado en algún espacio decisivo, comenzara su acción. Esta cautela permitiría ir efectuando las correcciones del caso sin compromiso para nuestros conjuntos y sin alterar nuestros planes de actividad. Pero, si la acción en cuestión se acelerara a una velocidad mayor que las que estamos obteniendo actualmente, entonces sí deberíamos volcar toda nuestra fuerza en esa dirección"
Nada más.

Conciencia y fuga

Porqué tanta resignación e inacción social? que ocurre en la mente colectiva y social de los conglomerados humanos? He aqui algunos apuntes para entender el lado intrapsiquico de la alienación y el ensimismamiento:


Publicado el 23 octubre 2010 por Ebass
El tema nos ofrece dos cuestiones diferentes en principio, pero en realidad se trata de una sola cuestión, ya que la fuga es una situación especial de conciencia, así el tema puede enunciarse mejor: La conciencia en situación de fuga. Sin embargo a fines de exposición, lo abarcaremos separadamente para luego llegar al punto antes mencionado.
CONCIENCIA
Obviamente no estamos ante algo fácil de tratar, de todos modos lo intentamos.
Hay quienes se expresan sobre el tema diciendo: “La conciencia se la conoce sólo cuando se la tiene”. Y no es desacertado desde el punto de mira de la experiencia; en efecto, hay momentos de conciencia de la conciencia, que nos hacen comprender mejor a que nos referimos.
Hay otros que explican que la conciencia es especialmente conciencia-de. O sea, que no habría conciencia aislada, sino estructurada. Esto también es valedero desde el punto de vista de los objetos y actos de conciencia.
Más fácilmente esto de la conciencia se puede comprender mediante una experiencia cotidiana que suele pasar desapercibida; nos referimos al simple “darse cuenta”, al simple “caer en cuenta” de algo. Es en esa experiencia que comienza la conciencia. De aquello que no nos damos cuenta, de aquello que no nos enteramos siquiera, no somos concientes y es ignorado por nosotros, por lo tanto no es parte de nuestra realidad. Estos actos de “darse cuenta” se estructuran en grupos, en seguidillas, y así van conformando mayores momentos de conciencia, los que a su vez se hacen más superficiales o profundos, dándonos grados de conciencia. Sin embargo no es especialmente “de lo que nos damos cuenta” lo que nos da la pauta del grado de conciencia, sino la reiteración del “darse cuenta”, del “caer en cuenta” y así mientras más veces caigamos en cuenta, más elementos serán advertidos; pero insistiendo, es en la capacidad de darse cuenta (en momentos y en profundidad) lo que nos dará la pauta de nuestra mayor conciencia.
Siguiendo con la exposición, puede decirse que en el acto del “darse cuenta” empieza la conciencia a ser tangible; luego que al aumentar la frecuencia y el tono, la conciencia se amplía en profundidad y en perspectiva. Con otros términos, hay una cantidad de actos de conciencia y hay una calidad de los mismos. A la primera se refiere la “frecuencia” y a la segunda se refiere al “tono”.
Este comienzo de explicación nos ha servido de aproximación al tema. Ahora surge una pregunta o varias a saber: ¿Cómo se da el acto de “darse cuenta”?; luego, ¿cómo es que uno se da cuenta?, y tercero, ¿desde dónde uno se da cuenta?
El acto de conciencia se da por entrecruzamiento de vivencias mentales. Estas vivencias son temporales, dinámicas, móviles y con duración. Así el recordar (una vivencia) se relaciona -en un momento- con el futurizar (otra vivencia) y luego en el presente, el acto de “darse cuenta”. O sea, que si sólo hubiera una dirección -o futura o pretérita- no habría presente y no surgiría la conciencia en ese momento. Bajo esta perspectiva, es claro que la conciencia no es estática, sino esencialmente dinámica, temporal, y por ende histórica. Luego la conciencia se explica con relación a sí misma y no en relación a objetos (temas, elementos, datos, etc...) Como prueba de ello puede verse que los objetos de conciencia varían por la capacidad de ella y no por la acción de los objetos. Veamos un ejemplo: alguien mira un árbol; luego desde la conciencia surge un acto para acoger a ese “objeto” (previamente barajado por los sentidos y organizado por la percepción). Así el árbol “es tomado en cuenta”, somos conciente de ese asunto. Si por lo contrario estamos distraídos y la conciencia futuriza y recuerda no se haría presente el árbol jamás. Ahora bien, hemos caído en cuenta del árbol, ahora cerramos los ojos e imaginamos el árbol (ya no necesitamos verlo con los ojos). En ese momento el objeto de conciencia es el mismo árbol, pero... ¡imaginado! El objeto es ahora imaginario -basado en el dato físico de haberlo visto- y obviamente es de cualidad diferente. Pero lo que no ha cambiado es la presentación de actos de conciencia dirigidos a objetos (ora físicos, ora imaginarios), y aquí nos detenemos porque podemos seguir más aún en eso de convertir los objetos en otros de diferentes cualidad, porque lo que nosotros sabemos es que a pesar de que los objetos varían enormemente, los actos siempre aparecen permanentemente y tendidos hacia objetos (cualquiera sean); esta tendencia es también llamada intencionalidad de la conciencia y es el fundamento de quienes explican que la conciencia es básicamente “conciencia-de”.
Entendido ésto se presenta otra situación no menos interesante. Es la siguiente: de repente un acto de conciencia se transforma en objeto para otro acto; es decir, “me doy cuenta de que me doy cuenta”. Aquí en ese momento la conciencia ha caído en cuenta de ella misma, se ha hecho conciencia de sí. Pero en un momento, a medida que estos momentos se estructuran y aumentan, el hecho de que la conciencia caiga en cuenta de ella misma, de su existencia digamos, de que también existe para ella, le permite hacer una serie de variaciones antes imposibles. Cortando aquí, podemos comprender al “cómo uno se da cuenta”, por ese juego dinámico de actos y objetos que permiten juntarse en un momento dado, produciendo el hecho de advertir, del caer en cuenta.
Y a la pregunta ¿desde dónde?, la podemos responder con la misma mecánica descubierta: Uno “se da cuenta” desde otro acto mental. Ese otro acto, es temporalmente distinto, es como si dijéramos “uno se da cuenta desde otro momento de conciencia” y aquí el tiempo, la temporalidad dentro de la propia mente adquiere un muy importante aspecto.
Retomando aquello de la conciencia de sí, vemos que es una simpleza, que es el hecho de que la conciencia cae en cuenta de ella misma como otro objeto, es decir: “es objeto de sí misma”, aquí adquiere relieve el vocablo auto-conciencia. Es en este momento que la mencionada capacidad de conciencia puede comprenderse más adecuadamente.
Todo este rodeo nos ha permitido entender que la conciencia tiene capacidad de autonomía, no depende de los objetos, sino que puede ser objeto de sí misma. Pero siempre tendrá objetos, ya físicos, imaginarios o en general representaciones. Sin embargo este “siempre” señalado queda en suspenso para las llamadas “situaciones elevadas de conciencia”.
Ahora bien, la conciencia descubierta por sí misma, es tan tema de investigación como cualquier otro. Así aparecen dos “zonas” bien distintas: Lo que la conciencia es en sí misma, y todo aquello que es para la conciencia. Estas cuestiones se dan separadas, pero tienen que ver entre sí, y por ello se estructuran; así que “mundo” (lo que la conciencia no es) se estructura con la conciencia (lo que ella es en sí misma).
A pesar de que todo lo expuesto es una complicación, importa llegar a este punto en que la conciencia se estructura con el mundo, porque es en este precisísimo ángulo donde surgirá la fuga, desbaratando (o tratando al menos) la estructura descubierta. Así, la conciencia en situación de fuga es la intentona de romper la estructura mundo-conciencia. Y aquí, en la partida, se ahoga el intento: no se puede romper la estructura mundo-conciencia sin romper la conciencia. Porque si se rompe el mundo (aunque difícil) la conciencia continúa, y si se rompe la conciencia el mundo continúa (aunque no para esa conciencia, pero sí para otras). Esto es grave porque la fuga llevará indiscutiblemente, indudablemente, a un proceso de destrucción, que en el caso del hombre consigo mismo será auto-destrucción, y en el caso de proyectarse, es destrucción del mundo, y siguiendo con ésto llegaremos a algo aparentemente insólito: la fuga en principio es la base de la violencia
FUGA
Si lo antes dicho es aproximadamente correcto, la fuga actuará en el punto de relación de la conciencia con el mundo. Esto se podrá hacer a partir de la intencionalidad de la conciencia que es con lo que se conecta.
Así, la intencionalidad de la conciencia fugada adquiere una modalidad típica, característica de la fuga. Esta característica típica no es otra que la deformación tendenciosa de la estructura conciencia-mundo. Y es una deformación intencional; porque es la conciencia fugada quien lanza una intencionalidad de distorsión, y así se estructura todo un mundo en intención-de-fuga.
O sea, que uno no se fuga de algo en especial, sino directamente se fuga en general, se fuga totalmente. Es la estructura “yo y circunstancia” la que es objeto de fuga. Y como salta a la vista estamos en una situación imposible, en una situación que no va ni viene, en una situación en que el cazador ha caído en su propia trampa: la conciencia y el yo están atrapados. De allí, la sensación de un callejón sin salidas, que en otros términos se trata de la falta de futuro. No hay futuro para la conciencia del fugado, ¡pero hay!, es decir, la fuga quiere negar, quiere desentenderse, pero no puede porque siempre hay actos y objetos de conciencia. Y ¿cómo se produce la conciencia de sí en la fuga?, es pues la conciencia-de-la-fuga y por lo tanto no hay conciencia de sí, sino por el contrario olvido-de-sí, y a veces ni siquiera eso, hay en-conciencia-de-sí.
Seguimos reconociendo que el tema es complicado y que estamos aproximándonos como un equilibrista va por la cuerda, con peligro de caer a cada paso; es decir, con peligro de equivocarnos. Pero siguiendo, tendremos que ver qué elementos ligan a la conciencia fugada, impidiendo su objetivo de efectivo escape.
Los elementos que lo impiden son pues los mismos que participan de la estructura permanente conciencia-mundo. Expliquemos: a los actos de conciencia no se los puede abandonar así como así, ni tampoco a los datos que ingresan a la conciencia. Pero no es esta sutileza la que el fugado percibe ni mucho menos, sino otras de mayor “densidad”, como es el caso de las sensaciones provenientes del cuerpo. Es por ésto que el caballo de batalla es el cuerpo y la sensación.
Por medio de la sensación la conciencia puede obnubilarse, puede preocuparse de lo que siente, de lo que gusta, toca o mira, y se tratará de llenar de sensaciones para que la conciencia esté ocupada en ello, y así no tenga oportunidad de “caer en cuenta” de sí misma y por ello de la situación. O sea, el fugado trata de obstaculizar, de tapar la conciencia mediante el exceso de datos sensoriales, lo que como sabemos reditúa en ilusiones y alucinaciones. Aparecen así en la conciencia contenidos raros que se hacen simbólicos y de “realidad” excesivamente subjetiva. Son ahora los objetos -sensacionales- los que cobran vida propia y poseen a la conciencia. El sujeto se siente “mirado” por los objetos; éstos al ser físicos son utensilios que “cobran vida propia” y se dirigen al sujeto (que tendría que manejarlos) con un lenguaje, con una expresión subjetivísima parcializada y esencialmente deformadora, los que se dirigen al sujeto de un modo hostil, de modo impertinente.
Y qué hace el fugado frente a ese mundo utensilio que viene en avance hacia él, ¡hace algo, tiene que hacer algo!, que no es efectivo porque actúa sólo mentalmente, subjetivamente y no directamente de hecho, ya que ese meterse en el mundo es lo que el fugado niega. Con todo ésto organiza gestos, acciones, actos, que son falsos, que no pueden con el avance del mundo utensilio. A ese acto sin base, hueco, impotente, se lo llama rito.
Será ahora el mundo en versión simbólica el que se estructurara con una conciencia obnubilada por el enrarecimiento de sus contenidos. Y así en el ejemplo del árbol anterior, no es solo un árbol cualquiera, sino que es “muy especial”, tiene “un no se qué”, que actúa, que “habla”, que trasmite; es decir, es un médium, de no se sabe qué pero “algo hace”, “algo pasa”, exclama el fugado en total incomprensión e ignorancia.
Por todo esto que explicamos, por los símbolos mentales y los objetos “cargados” es que se habla de la conciencia mágica. Es mágica porque actúa -trata- sobre el mundo-conciencia y ésto que es estructura, se aparece como síntesis, resultando así que todo es mágico. Todo está teñido de “un no se qué inexplicable”, de “algo impreciso de entender”.
Retomando lo del cuerpo, será éste el que impedirá al fugado hacer un efectivo escape y también será el que reciba los azotes del fugado, terminando en modo sutil o grosero, maltratado, debilitado o enfermizo.
Si el cuerpo es el afectado, la función que será activa en ese caso es la emoción, ya que es a partir de ésta que se puede sintetizar. Será la emoción la función apropiada para canalizar las energías en reversión de la fuga. Así la conciencia se “emociona” (en vez de relacionarse por ejemplo...) y surge la conocida “conciencia emocionada”. No puede distinguir la conciencia. Actos y objetos están fusionados en una misma identificación. O sea que a la fuga se le suma la identificación y en vez de aliviarse de pesos, la conciencia baja y baja a situaciones cada vez más imposibles.
De entre todos los sentimientos que puede experimentar la emoción será el miedo el más frecuente en la situación que explicamos. Y es por esa identificación, por esa síntesis, que todo se aparece como miedoso. El fugado teme y teme por su debilidad, por su cegazón. Resumiendo: la conciencia no distingue actos de objetos; se produce la identificación y más se aumenta la distorsión por la presencia de las sensaciones; éstas se agrandan obnubilando la conciencia (así, por ejemplo, un rojo es tan inmenso que impide “ver” que sólo se trata de un punto rojizo en el horizonte).
Es el cuerpo el que inevitablemente unirá al yo con el mundo y por ésto sufrirá; es por ello que el fugado no mete el cuerpo en el mundo, sino que lo saca, huye; es decir, saca el cuerpo del mundo. Estos solo puede hacerlo a medias y mucho menos, desconectar el cuerpo de la conciencia. por eso es que se enfermará, como un intento larvado o evidente de tratarlo de destruir.
Puede verse así (lícito a forma de descripción) o simplemente como concomitancia generalizada. Sacar el cuerpo implica no querer actuar en él efectivamente, no querer comprender científicamente, ni actuar técnicamente.
Como es obvio, ésto tendrá una conducta como resultante, y tendrá efectos sobre el trato con los demás. ¡Empieza entonces el aislamiento! La huida del mundo utensilio se hace ahora huida del mundo humano. Y ésto es muy significativo, porque en soledad no hay comunicación, es decir no hay intersubjetividad. Más claro, si yo me doy cuenta de mi situación, otro, alguien, puede hacérmelo advertir. Y por supuesto, no será permitido por el fugado que básica, fundamentalmente, no quiere darse cuenta de nada. Por ésto se aísla, por ésto trata de separar a la conciencia del mundo al aumentar las sensaciones. Aquí será la droga el elemento idóneo. La droga aumenta esa “sensibilidad”, ese sensacionalismo exagerado, que es desconexión del mundo. La conducta es definitivamente ritual para degradar el mundo que avanza; y se siente como miedo, como temor, como impotencia de imponerse.
La fuga es un alejarse-de-sí y del mundo. Por ésto los proyectos más imposibles son dos: auto-conciencia y compromiso con el mundo y los demás. Por ésto, los olvidos, las resignaciones, justificaciones, la inconstancia más la infidelidad, será el repertorio frecuente del fugado que vive de accidente en accidente, de desvío en desvío, es decir, de nulidad en nulidad.
Pero no termina aquí el caso. El fugado en esa grave situación está encarcelado. ¿Cómo es posible?, es posible para este especial fugitivo que lleva a la cárcel consigo. Porque él no se fuga de algo como dijimos, sino que se fuga en general, constantemente, se fuga de todo. Diferente al fugitivo real, que al huir, la cárcel queda atrás y la libertad adelante.
El fugado encarcelado (vaya paradoja) ahora empieza a esperar, ya ha perdido toda capacidad de hacer, porque “todo le sale mal”, y está demasiado cansado de intentar nuevos embates. Entonces esperará, expectará a “algo” o a “alguien” que lo salve, que lo libre de esa situación que el no quiere abandonar.
En esta expectativa, en este esperar y no hacer, se basa la creencia mágica de que “algo inesperado y maravilloso me sacará de aquí”. Pero el desesperado sigue en situación deshonesta e impondrá “condiciones” para aceptar ser salvado, y el círculo vuelve a cerrarse otra vez. Ahora no sólo está fugado, sino que su dependencia emotiva va en aumento y se hará dependencia directa, cuando el fugado proyecte en algo o en alguien su posibilidad de salvación.
Así, ese algo o alguien es cargado con valores increíbles que son precisamente los que le faltan al fugado. El fugado verá “semidioses” en los hombres capaces y quizás “dioses” en los hombre libres. Estos a su vez le dan miedo, porque denotan lo que el fugado no-es, y por reflejo descubre lo que no-es, y lo que quiere-ser. Pero no podrá romper esa expectativa, esa ilusión...
LA EXPECTATIVA Y LA INERCIA
Son las bases de la conciencia mágica. Porque él cree que algo o alguien lo salvará (y por eso espera), por lo que no debe hacer nada sino esperar (así se queda en la inercia de todo lo que suceda).
Por todo ésto no es difícil ver al fugado quieto, inmóvil, encorvado y huidizo. La expectativa lo hace depender cada vez más y la inercia, la falta de reflejos, le hacen postergarse cada día, cada instante en conciencia fugada.
Todo lo explicado, se presentará diversamente en cada quien y con diversos grados, muy amplios o mínimos en los que la fuga y lo mágico aparecen como exceso o residuo. Pero en todos los casos los elementos que intervienen, los descriptos, aparecen con mayor o menor intensidad.
Así, el miedo será el sentimiento básico; el rito (la acción falsa) será el intento de degradar a lo miedoso. Luego, la expectación por salir de la situación, será la causante del aumento de dependencia, de ese algo o alguien “salvador” que será un fetiche “cargado” con los poderes que le faltan al fugado, ese esperar por la ayuda lo postergará de muchas maneras diferentes, con un ir y venir de accidente en accidente, de nulidad en nulidad.
Llegamos así con alguna certeza a la concepción de la conciencia en situación de fuga.
La conciencia en situación de fuga
No vale la pena ya explayarse demasiado. El fugado se olvida de sí mismo, por lo tanto no reconoce lo que sucede. Así se encadena cada vez más. Eslabón tras eslabón irá sumando a su cadena gritando por fin su propia no-libertad. En otras palabras, la fuga es el camino de la no liberación (porque aumenta en dependencia de todo aquello que se fuga).
Será pues el acto de re-conocimiento, de aceptarse tal cual es frente a sus propios ojos y ante los demás; el único acto que podrá sacarlo de su cárcel singular. Esto es, algo completamente opuesto a lo que el fugado espera. Recordemos que él espera algo externo, de los demás, del ambiente, ¡pero menos de sí mismo! Así que quien quiere ayudar al fugado, tendrá como única preocupación ayudarle a caer en cuenta de sí mismo, a que se re-conozca, porque se des-conoce (esto de conocer, es algo que el fugado no podrá lograr jamás), porque el conocer y ser conciente, son concomitancias inseparables. Y mucho (menos) más el autoconocer y la autoconciencia. Más específicamente decir no-liberación, caer en las zonas bajas de conciencia, es decir, caer en el ensueño, en el hipersueño. Aquí, la autocrítica se va haciendo nula, la perdida de perspectiva máxima, la noción del yo y el aislamiento, tiende a hacerse inmenso. Decir que se afianza el ensueño, implica también que las energías regresarán a los centros inferiores y se quedará en el sistema somático, fijándose y por ende desbordando.
Por ésto es que la base orgánica se dañará por tensiones energéticas mal invertidas (hablamos de energía síquica). Aquí el fugado fijará su ámbito, de repente comenzará a bostezar y se nos quedará durmiendo. Pero no será suficiente dormir o bostezar, llorar o gritar, o usar cualquier otro rito cuando la hostilidad del mundo-conciencia se hace insoportable; vendrá pues el desmayo: “Pérdida de conciencia”. Cuando ésto no resulte vendrá la búsqueda de la muerte (negación última de la realidad mundo-conciencia); esta búsqueda se hará por accidente o por suicidio.
Resumiendo, la situación de la conciencia en fuga es un camino descendente donde la obnubilación y el olvido de sí son las constantes. La conducta ritual, la espera y la inercia en la dependencia emotiva, sus concomitancias. Y finalmente, la no-libertad será inevitablemente su resultado.
La fuga implica la conciencia mágica y emocionada, e implica también en la caída en el ensueño hacia el sueño profundo, que más tarde se hace locura o muerte, y cuando menos, estupidez.
Es así que el acto de reconocimiento-de-la-situación, es el comienzo de una elevación y de salida efectiva del caso descripto.
Ojalá quiera el fugado salir de allí, del pozo de su cegazón, porque entonces hay salida y hay solución; si no quiere, si no reconoce, bien poco podemos hacer nosotros y él.
Fuga social y Cultura
La versión social y cultural, no nos presentará un panorama más halagüeño que el descripto a nivel personal.
El bloque social realiza una fuga en masa e instala la situación de fuga en el ambiente, tiñendo así toda la actividad, todo mensaje, todo quehacer. No será difícil encontrar los signos de la fuga en una sociedad como la actual. Los fetiches (objetos recargados de significación) serán los últimos avances técnicos; los ritos serán los más antiguos y la conciencia mágica queda en la base de toda conducta.
Como pudimos ver, la fuga es una regresión de energía síquicas llevándonos a fases retrogradas. Así veremos como la actitud básica será de cerrazón, de cerrarse e incomunicarse.
La actitud abierta de amplitud hacia los demás y hacia todos, es antítesis para el fugado quien trata de enfrascarse en sus propios círculos viciosos, presentándose en sobrevivencia como oscura y sin salida; el caos, es su correlato social. Pero no queda aquí el caso, sino que la gente tenderá hacia la superstición, hacia la falsa religiosidad con su correspondiente ritualización irracional. La superchería en general hace acólitos y desde las cosas insignificantes hasta las más valiosas, son miradas y teñidas con ese tono supersticioso que no es prehistórico, sino actualizado y no necesariamente primitivo. No será ahora “un rayo del cielo”, ni extraños “tótems”, sino aparatos corrientes los ritualizados, hechos asiduos serán los ritos y los resultados los mismos. Como se distingue, la temática nos lleva muy lejos en sus posibilidades, pero la dejaremos en sus implicancias culturales.
No ha de suponerse que la situación de fuga impide al hombre crear y organizar un tipo de pensamiento coherente dentro de sus propios límites. Será ahora pues toda una valoración, una manera de elaborar, de interpretar todo lo presente, la que se impondrá a modo de valor cultural con sus correspondientes creencias. Estas darán una predicación a la conciencia normal, para realizar toda elaboración. Surgen así corrientes artística y científicas encausando a los fugados en esas impresionantes corrientes desviatorias que sus estragos son evidentes de ponderar.
La fuga es la caída de la conciencia; su elaboración es básicamente degradadora de significado y así el “actor” o el “artista” o el “intelectual” son los mejores adalides para toda una masa que requiere de líderes, de ídolos en todos los órdenes. Tanto en lo político o religioso y en lo cultural generalizado, los líderes que se impondrán son quienes mejor sepan encausar la superstición del momento. El rito, el fetiche y el credo que se imponga, serán los que más óptimamente aglutinen a las corrientes desviatorias.
Detrás de toda expresión con auge en el mundo oficial, hay que encontrar la común situación de fuga, de allí puede colegirse que todo lo que tiene “éxito” no es otra cosa que un núcleo aglutinador de la fuga encadenante. Y no puede ser de otro modo, porque si así fuera, actuaría en contra de la fuga y a favor de la concientización de las gentes. ¿Y cómo se va a permitir que salgan al sol los trapos de todo un mundo y una sociedad encaminada en un escape sin control?, difícilmente a decir verdad. Por todo ésto y por todo lo que pueda seguirse agregando, es que todo amigo de la liberación tiene que usar el sentido crítico y autocrítico, desentrañando que hay más allá de todo lo que reluce y existe en nuestros días. Todo lo “tentador”, lo sensacionalista, es una entrada a la superstición con sus ritos y fetiches; es decir, que detrás está sin duda el vacío doloroso, la inconciencia, la nadidad. No deberemos creer demasiado en todo lo que nos llega; el fugado es también un crédulo exagerado que asimila los prestigios de moda, los valores huérfanos de toda veracidad. Todo verdadero creador, no escatima en esfuerzos para deshacerse definitivamente del tono mágico que cobija todo lo presente y mucho menos ahorrará intentos en sacar de sí mismo la conciencia emocionada que puede quedar en los mejores casos como un residuo casi velado.
En la espera, en el olvido de sí, en todas las resistencias hacia una nueva visión, está la fuga presente. En la expectación excesiva, en el aferrarse a esquemas rígidos, en la mistificación, en la sobrevaloración de personas u objetos, ya sean utensilios o abstractos. En todo victoreo a una ideología; en todo apasionamiento irracional, está la fuga acicateando.
Allí donde la luz no penetra, donde la inteligencia se obnubila, y la dependencia emotiva sobrepasa, sigue estando presente la conciencia mágica. Aún cuando nuestras reflexiones aumenten, puede volver el ciclo de los oscurantismos y de los encerramientos.
Aún cuando las ilusiones se desvanezcan y el fracaso se presienta, el centro de gravedad puede seguir transferido y la expectativa hipnotizante puede sobrevenirnos nuevamente. Aún una tarea esforzada puede ser la pantalla de un escape subterráneo. Y finalmente, allí donde no se busca intencionadamente la conciencia de sí, allí en donde no se insiste en afirmarla y extenderla, continúa la obnubilación mental.
Los hombres viven y mueren dormidos y fugados de la realidad. Es la sentencia última para una existencia mundana y es la premisa primera para el encausamiento de la elevación de conciencia.
                                                                                                                                               Silo
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Al rescate de la psicologia descriptiva

Hace 2.500 años, en una clase magistral de Psicología Descriptiva, el Buda desarrolló uno de los problemas más importantes referidos a la percepción, a la conciencia observadora de la percepción, basándose en un método de registros.

Este tipo de Psicología es muy distinta a la Psicología oficial occidental que trabaja más bien con explicaciones acerca de los fenómenos. Ustedes toman un tratado de Psicología y van a ver cómo, dado un fenómeno, en seguida organizan una cantidad de explicaciones sobre el fenómeno, pero en cuanto al fenómeno mismo no dan su correcto registro.

Así pues, las corrientes psicológicas (a medida que se modifican con el paso del tiempo sus concepciones y sus datos, a medida que se amplían o se reducen sus conocimientos), van explicando los fenómenos psíquicos de modo diferente.

Así, si tomamos un tratado de Psicología de hace 100 años vamos a encontrar una cantidad de ingenuidades allí, que hoy no pueden admitirse.

Este tipo de Psicología sin centro propio, depende en gran medida de los aportes de otras ciencias. Una explicación neurofisiológica de los fenómenos de conciencia es interesante y es un avance. Al poco tiempo nos vamos a encontrar con otra más compleja.

De todos modos el conocimiento avanza en cuanto a explicación; pero en cuanto a descripción del fenómeno en sí, tales explicaciones ni suman ni restan.

Sin embargo, una correcta descripción hecha hace 2.500 años, nos permite asistir a la aparición del fenómeno mental, exactamente igual que si hubiera sido dada hoy.

Del mismo modo, una correcta descripción dada hoy, servirá sin duda para mucho tiempo más adelante. Este tipo de Psicología descriptiva, no explicativa (salvo cuando es ineludible la explicación), se basa en registros similares para todos aquellos que siguen la descripción.

Es como si estas descripciones hicieran contemporáneos a todos los hombres, aunque estuvieran muy separados en el tiempo y, por supuesto, los hace también coterráneos aun cuando estén muy separados en las latitudes.

Tal tipo de Psicología es, además, un gesto de acercamiento a todas las culturas (por diferentes que ellas sean), porque no enaltece las diferencias ni pretende imponer el esquema propio de una cultura a todas las otras.

Este tipo de Psicología acerca a los seres humanos, no los diferencia. Es, pues, un buen aporte a la comprensión entre los pueblos.

fragmento tomado de "Sobre el acertijo de la percepcion", por Silo